Los viajes ilustran, eso es un hecho. En este último viaje a "nuestro segundo hogar", como bien lo dijo el valentino, me resultó muy bien. Se puede decir que fue más el contacto y la comunicación que tuve con el exterior de ese lugar, reflexioné tantas cosas, como los grandes problemas que estaban sucediendo a kilómetros noroeste de ese momento.

Al regresar a mi mundo y mi mundo laboral, me empecé a preocupar menos por esos "problemas" que llamamos cotidianamente, que generalmente se encasillan a tener contentos a nuestros jefes y que lo único es que estamos procurando hacer bien las cosas para que el jefe no se moleste y olvidar de hacer bien las cosas porque en realidad así deben de ser. Esa visión, ese miedo ha cambiado por completo para mi, que si el jefe se va a molestar porque equis no salió como esperaba o porque no se hizo a su modo, o porque se hizo a su modo y a la mera hora no le gustó y pensó que nos dijo que lo quería de otra manera... son meras estupideces.

Llego al primer día del trabajo y mi jefa me hace comentarios de los problemas comunes de esta oficina y ahora sólo le respondo "y si se enoja ¿qué?, salió bien, si no le gustó no es nuestro problema" y luego ella ya como que lo piensa mejor y pues sí, para luego a mis adentros complementar la contestación, no hay riesgo de muerte de algún empleado, nadie va a perder millones de pesos ni el esfuerzo patrimonial de 20 años, no señor.

Hay experiencias ajenas que nos hacen reflexionar y decir, ¡puta madre!, estas son pendejadas, sigo vivo, siguen vivos y continuamos teniendo trabajo para comer, sobrevivir, viajar y demás placeres que aprovechamos de la vida. Cada quien sus problemas, cada quien querrá ver la magnitud de ellos para el significado que le quiera dar a su vida.

Mi reflexión no es para minimizar los problemas de los demás, sino más bien para liberarme de cadenas y grilletes idiotas que nos convierten más que en zombies de la burocracia.

¡Salud por los toreadores!