Constantemente estoy haciendo limpieza, y no de la cotidiana, sino sacando ropa, zapatos, ahora ropa del niño, mis discos, libros, dvd, etc. Entre tanto, pues regresar lo de aquellos que me prestaron alguna vez. Ahora, regresaré el libro que ella me prestó hace tiempo, hace mucho tiempo, su libro de poemas y como uno me gustó tanto, pues aquí lo plasmo para leerlo cuando lo necesite, sí, en efecto, lo necesite....
Teresa Riggen (1942)
Nuevo milenio
A Éva Töth
El primer día
la mujer repitió en voz baja las palabras:
"Hágase la luz"
al abrir las persianas,
descolgó una botella de suero semivacía
la puso en el cesto con los algodones, gasas
y cinta adhesiva
y la luz se hizo en la recámara.
Encendió una grabadora, las notas de una
flauta dulce
nombraron al día por su nombre
entonces ella se atrevió a nombrarlo también
segura de que la noche había terminado.
El segundo día
recogió agua de lluvia y la calentó con sus
manos
hasta hacerla mansa como el cuerpo del
hombre que yacía en la cama
sus dedos lo humedecieron despacio
después de secarlo
lo envolvió en sábanas lavadas con manzanilla
y luna.
El tercer día
ungió sus yemas con sábila para alisar
cada surco
amasar con savia blanca la flacidez de brazos
y piernas
para dar fuerzas a los músculos
en esa tierra aún fértil.
El cuarto día
mientras pasaba el rastrillo por las
basbas jabobosas
le habló del sol y de las estaciones
hasta que él retomó el tiempo que parecía
detenido.
El quinto día
cerró los periódicos con fotografías de
guerras y temblores,
al romper una receta que había quedado
sobre el buró
rogó que los años por venir se multiplicaran
como las aves y los peces
y poblaran la casa que había estado un tanto
abandonada.
El sexto día
pulió con paciencia de alfarero el torso
varonil, el cuello, la cabeza,
repasó una y otra vez el bordo de la oreja
y presionó con firmeza las plantas de los pies.
Acercó su boca hasta infundirle su aliento
ayudó a incorporarse a ese hombre
cuya imagen no era semejante a ella
y vio que lo hecho era bueno.
El séptimo día
el olor a café y pan recién horneado la fue
trenzando a él
se tendió a su lado
antes de descansar decidió contar de nuevo
los dedos uno a uno
pasó su lengua entre ellos
encontró gozo en moldear con sus manos un
poco del barro que había quedado blando
hasta darle forma
el séptimo día no hubo reposo.
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