miércoles, julio 18, 2007

Doña Pelos libre de ovarios


Cada una de estas noches desde hace una semana, me he sentido culpable por haber mandado operar a doña Pelos tan precipitadamente. Y digo precipitadamente porque ya tenía varios meses que me decía a mi y a los demás "ya la voy a mandar operar" y todo ese tiempo fue pura desidia. Ya había llamado hacía unos meses a dos veterinarias para preguntar los costos y ambos sobrepasaban los mil pesos. Ya me habían dicho que había operaciones más baratas y tardé en investigar. Finalmente cuando lo hice tardé una semana en decidirme. Cuando llamé para pedir cita me dijeron que tendría que ser el "próximo miércoles" porque al parecer las próximas semanas no iban a programar operaciones.

Otra cosa que me presionaba era que el Bruno se le montaba cada vez que la veía, además de que algún día podría pegar la bala de salva, como me dijo Tita, plus que era algo vergonzoso que era un espectáculo familiar cada domingo frente a la familia y los niños.

Realmente me sentí presionada. Lo hice. El miércoles de la semana pasada llevé a doña Pelos a la veterinaria, ella toda inocente entró tan feliz como lo es toda ella, una vez adentro los perros ya estaban ladrando furiosamente, ladridos de muchos perros, la asustó. Nunca la había sentido temblar de esa manera, la abracé muy fuerte para darle confianza, se calmó sólo un poco.

La señora que antendía llegó por ella y vio lo asustada que estaba y lo fuerte que temblaba, sólo la tomó y se la acurrucó a ella mientras le decía "tranquila bonita, tranquila". Intranquila era yo cuando me fui. Derramé tres lágrimas. (paréntesis, me doy cuenta que últimamente cuando derramo lágrimas son contadas, dos o tres)

En la tarde cuando la recogí, me partió el corazón verla tan débil, la desconocí, pero ella seguía haciendo su esfuerzo para seguir jugando o seguir siendo feliz. Cuando llegó mi papá caminaba en eses como vil borrachita moviendo su rrrrrrrabito hasta que llegó con él. Debía descansar.

Ha pasado ya una semana y ella se ve totalmente recuperada, por su salud y por mi felicidad deberé llevarla a consulta, para confirmar que toda ella está bien.

Cada noche de estas últimas siete me la había estado mentando y lamentando "por qué lo hice? por qué me precipité?" Me sentí tan mal haberle privado de su derecho natural de reproducirse. Espero que esto no le cause ningún daño. Todo lo que hago, mis intenciones, son por su bien.

Ahora, ella duerme conmigo, quiere estar conmigo todo el tiempo. Ya había escuchado eso que los perros castrados se vuelven más hogareños y cariñosos. Ella es un amor.

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