Este fin de semana incrementó mi felicidad, cuando después de tanto tiempo, vi a mamádriana y lo mejor de ello es que ella vino a Monterrey. Ya me había enterado de ello y por alguna extraña razón no se dio nuestra comunicación en red, ni por mensajes ni llamadas.
J., ella y yo salimos a dar un paseo por el centro de la ciudad y en la noche, los planes cambiaron.
Visitó mi hogar y a doña Pelos, como nunca lo había conocido, no vio todo el mundo de cambios que le hice: las paredes, lámparas colgantes, estantes, Andrea palma, cubresofás, alfombra, cojines y elementos de colores, alebrijes, lámpara de mesa, cuadros y uff!... lo que le falta; no se diga las paredes de mi cuarto y su apasionante y relajante pared roja, el sillón, la alfombra, ventilador, lámparas y mi nuevo cubrecamas de treintañera lujosa y contemporánea.
Mamádriana dice siempre estar orgullosa de su chiquilla y en esta ocasión yo me enorgullecí de ella, de aceptar su duelo y su proceso.
Eso que dijo Rebecca el otro día de gustarle siempre rodearse de amigos inteligentes, es algo que lo he llevado en mi también desde niña. En esa cena estuve rodeada de amigos inteligentes que admiro y que sobre todo, les quiero mucho. Gracias a mamádriana, J. y R.
pd
Con el intercambio psicológico-cultural de J. surgieron divertidos adjetivos que aplicaremos a la vida cotidiana "descocada" o mejor aún, "loca descocada" y no se diga de los mejores brindis en mi vida piquito, colita y agasajadita.
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