jueves, septiembre 11, 2008

La despedida del vestido: parte 1

El fin de semana empezó exhausto, desde la llegada de mamádriana, quien traería mi vestido nuevo directamente desde la tienda en Guadalajara, recoger la plancha para planchar el vestido, la llamada de doña Martha en su disfraz de madrecuestionanteinquisidora que sólo quería intimidar aunque en mí sólo consiguí una rabieta y la baja producción de respeto hacia ella.

Hicimos las compras para la cena de ese día tan... catártico. A la mera hora decidí que era una digna fiesta para celebrar, brindar, que todas nos merecíamos una buena cena, una fina reunión, por lo que hicimos el ritual de los preparativos. Esa noche el hambre era canija, por lo que nos embutimos un paquete de salchichas cocteleras, queso crema con galletas y cervezas, mismas que sospecho fueron las causantes...

Al calor de la emoción, sólo me dice, Celi ¿y si te probamos el vestido? Mi risa sonó fuerte y nerviosa. Está bien, le respondí. El vestido venía en una caja del tamaño de una caja de pizza, lo cual me asustó creyendo que no era el vestido correcto, ¡¿por qué en una caja tan pequeña?! Al sacarlo, en efecto, era el mismo vestido, el cual dudé en entrar. Al probármelo, era verdad, ¡no me quedaba!, fue un momento tan penoso, frustrante y de pánico, no podía creerlo. Justo cuando estaba tratando de respirar con el intento de no romper el vestido y trepada en lo alto de mi cama, mi teléfono comenzó a timbrar, por lo que le pedí que de favor me lo pasara. Fue como una señal, una primera señal, estaba yo vestida de novia mientras el novio llamaba y hablaba con él, al otro lado del teléfono. Sentí un revolcadero en mis entrañas. Él escuchaba mi respiración agitada, preguntó que qué hacía.... la verdad era vergonzosa...

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