El bolso extraviado

Y entonces, la mujer con nombre de continente (no era América), que nació en abril de 1976, me ve, se baja se su automóvil blanco y con placas chilangas y me dice con una exacerbada alegría,
—Gracias, en verdad muchísimas gracias, te vas a ir al cielo con todo y zapatos, en verdad, te estoy muy, muy agradecida, no sabes el peso que me has quitado de encima. En serio, me caíste del cielo.
Yo sólo le sonreía y le decía
—No te preocupes, de buenas de que fui yo quien la encontró y no alguien más con quizás malas intenciones, lo que sí, es que agrega una tarjeta de identificación, porque me fue muy difícil localizarte.
—Te lo prometo, claro, que se lo pondré, claro, que sí y muchísimas gracias otra vez -me decía mientras me daba un beso y yo me reía-.

Eso fue el resultado por haberle devuleto su bolso que me encontré en un carrito de súper en el estacionamiento. En realidad la vibración que tengo me explica por qué tengo esa peculiaridad de siempre querer estar ayudando a las personas, la verdad es que no me gustaría que me pasara algo así y lo evito, es como mi onda de contribuir con cada botecito de la Cruz Roja que veo, ayudo para que el universo me ayude a nunca estar yo o alguien muy querido para mi en una situación adversa.

Ayer Fer se acercó a mi y me abrazó y me dijo
—Qué bueno que eres una persona honesta, me siento muy orgulloso de ti mija, yo, la verdad, no lo hubiera hecho, si lo viera diría bah, no es mío, no es mi problema, porque tendría miedo a ser bueno, a que la gente se molestara a que yo le esté esculcando sus pertenencias y meterme en líos para localicar a la persona, no, yo no lo haría, pero me da mucho gusto que tú sí lo hiciste.
La verdad es que no puedo concebir que una persona "del mismo nivel cultural" que el mío y de mi alrededor pensara eso, en fin, cada quien sus afinidades.

Me dio gusto verle una sonrisa en su rostro y más sube mi estima si para esa sonrisa yo contribuí en algo.