Ya de regreso a casa pensé seriamente en ir a La Purísima por uno pero me dije, "no andes de golosa, ve directo a tu casa y ahí ves qué cenas", pero no dejaba de pensar en el elote desgranado con chingos de mugrero que le ponen por acá.
Al llegar a mi casa y estacionarme, me di cuenta que justamente en frente de donde entro al pasillo que me lleva a mi jaula, estaba un elotero, con él estaba el vecino Cerati que también había antojado a su amigo con su elote y fueron a comprar uno.
El elotero ve a una persona a lo lejos que todo parecía indicar que se conocían a lo cual le responde como en tono de broma "ya no hay, sólo queda para la señorita" y pues voltea y me pregunta "¿va a querer uno?" y le respondo que sí, "ya ves, sólo queda para ella".
Y en verdad, sólo quedaba uno, para mi.
Sólo quiero agradecer al universo que él y mi cuerpo hayan conspirado para que el último vaso con elote haya estado esperando por mi fuera de mi casa.
En verdad, muchas gracias.
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