Apenas los conmemorables Pinki y Cerebro terminaron de sacar todas las cosas de ahí. La verdad no esperaba utilizar el apoyo de Tita y del hombre infiel, sin embargo estuvieron muy dispuestos a ayudar y qué bueno, de no haber sido por ellos, no se en qué estado me encontraría en este momento que si de por sí estoy muy cansada.
Tuve que despedirme rápidamente de ese lugar que fuera testigo de tantas cosas ocurridas en estos últimos 6 años: fiestas, borracheras, lágrimas, pesar, carcajadas, burlas, pláticas hasta el amanecer, fiestas ochentosas, sustos, dramas, robo, accidentes, apoyo incondicional de amigos, cumpleaños, confesiones, secretos, cenas, cenas navideñas, comida, mucha comida ("tragonas egoístas"), desveladas, muchas cervezas, tequila, vino, pláticas, doña Pelos, de cuando me enamoré del marido.... en fin, todo tiene ciclos y para bien o para mal, este ha llegado a su fin casi inesperadamente. Mmmm, no, no es fácil para una persona como yo, tan apegada a lo material que lo vincula a las emociones.
Lo que sí, es que sigo sorprendida la cantidad de pendejadas que uno termina guardando y los rinconcitos que ese inmueble tiene para guardar hasta lo más minúsculo de tamaño e importancia que uno va olvidando con el paso de los días y de los años. Me deshice de muchas pendejadas, regalé otras y doné otras muchas más. ¿Habrá sido esta una lección? No, definitivamente no y sé que lo volveríamos a hacer, ahora peor que será un casa de 2 plantas donde viviremos, pero haré todo lo posible por no guardar cosas innecesarias y a la próxima que nos mudemos, que será a otro país, me cae que tengo una de dos sopas por hacer: o vendo lo que se dice TODO y me llevo sólo lo indispensable, documentos oficiales y a nuestro cachorro o, le prendo a todo fuego con un cerillito.
Ya pronto estaremos estrenando nido.
