miércoles, febrero 13, 2013

Primer poema

Constantemente estoy haciendo limpieza, y no de la cotidiana, sino sacando ropa, zapatos, ahora ropa del niño, mis discos, libros, dvd, etc. Entre tanto, pues regresar lo de aquellos que me prestaron alguna vez. Ahora, regresaré el libro que ella me prestó hace tiempo, hace mucho tiempo, su libro de poemas y como uno me gustó tanto, pues aquí lo plasmo para leerlo cuando lo necesite, sí, en efecto, lo necesite....



Teresa Riggen (1942)
Nuevo milenio

A Éva Töth


El primer día
   la mujer repitió en voz baja las palabras:
       "Hágase la luz"
   al abrir las persianas,
   descolgó una botella de suero semivacía
   la puso en el cesto con los algodones, gasas
      y cinta adhesiva
   y la luz se hizo en la recámara.
   Encendió una grabadora, las notas de una
      flauta dulce
   nombraron al día por su nombre
   entonces ella se atrevió a nombrarlo también
   segura de que la noche había terminado.

El segundo día
   recogió agua de lluvia y la calentó con sus
      manos
   hasta hacerla mansa como el cuerpo del
      hombre que yacía en la cama
   sus dedos lo humedecieron despacio
   después de secarlo
   lo envolvió en sábanas lavadas con manzanilla
      y luna.

El tercer día
   ungió sus yemas con sábila para alisar
      cada surco
   amasar con savia blanca la flacidez de brazos
      y piernas
   para dar fuerzas a los músculos
      en esa tierra aún fértil.

El cuarto día
   mientras pasaba el rastrillo por las
      basbas jabobosas
   le habló del sol y de las estaciones
   hasta que él retomó el tiempo que parecía
      detenido.

El quinto día
   cerró los periódicos con fotografías de
      guerras y temblores,
   al romper una receta que había quedado
      sobre el buró
   rogó que los años por venir se multiplicaran
      como las aves y los peces
   y poblaran la casa que había estado un tanto
      abandonada.

El sexto día
   pulió con paciencia de alfarero el torso
      varonil, el cuello, la cabeza,
   repasó una y otra vez el bordo de la oreja
   y presionó con firmeza las plantas de los pies.
   Acercó su boca hasta infundirle su aliento
   ayudó a incorporarse a ese hombre
   cuya imagen no era semejante a ella
   y vio que lo hecho era bueno.

El séptimo día
   el olor a café y pan recién horneado la fue
      trenzando a él
   se tendió a su lado
   antes de descansar decidió contar de nuevo
      los dedos uno a uno
   pasó su lengua entre ellos
   encontró gozo en moldear con sus manos un
      poco del barro que había quedado blando
      hasta darle forma
   el séptimo día no hubo reposo.